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Hubo un tiempo —allá por los inicios del siglo VIII d. C.— en el que los árabes arrebataron a los visigodos el dominio de la casi totalidad de Hispania (extensión territorial de España y Portugal en la actualidad), convirtiéndola en lo que llamaron Al-Ándalus.
Una ocupación que se prolongó durante siete siglos, a lo largo de los cuales los reinos cristianos fueron recuperando poco a poco la Península Ibérica apoyándose, a partir del siglo IX, en la figura del apóstol Santiago como su estandarte.
Descubierta su tumba en el año 813 d. C., en un lugar de Galicia conocido como monte Libredón, Santiago se convirtió de inmediato en la figura religiosa que unificó la lucha de los reinos cristianos contra el invasor musulmán y, con ello, en el gran protagonista de una hermosa historia que concluyó en el año 1492 con la Reconquista de la totalidad de la Península Ibérica para la cristiandad.
El hallazgo de su sepulcro fue de tal transcendencia, que, una vez concluida la Reconquista, Santiago Apóstol fue reconocido como el patrono de todo el territorio, conmemorándose desde entonces su efeméride el día 25 de julio de cada año.
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